Evocadora de tempestuosos deseos y brutales batallas por igual, pocas divinidades del paganismo nórdico antiguo logran condensar en una sola figura la sensualidad y espiritualidad femeninas con tanta fuerza arquetípica como la bella y terrible diosa Vanir conocida como Freya o Freyja.
Inmortalizada en vibrantes mitos y leyendas escandinavas, la contradictoria deidad del amor y la hechicería continúa ejerciendo hoy una irresistible atracción cultural entre los interesados en la cosmogonía y el legado vikingo. Pero ¿quién fue realmente esta polifacética diosa que encarnaba las más exaltadas pasiones humanas?
Origen y descripción mitológica
Las sagas nórdicas describen a Freya o Freyja como una celestial figura de deslumbrante belleza, con largas cabelleras doradas y fulgurantes ojos que destellaban deseo.
Habitaba el paradisíaco reino etéreo de Folkvang junto con la mitad de los héroes caídos en combate, con quienes compartía infinitos banquetes y ardientes noches de lujuria.
Era considerada una “diosa libre” que escogía y desechaba amantes a su antojo, recorriendo los cielos en un carro tirado por salvajes gatos y seguida por un séquito de ninfas. Todo hombre que posara sus ojos en ella enloquecía de pasión al instante.
Atributos e iconografía
Como patrona del amor carnal, la fertilidad, la prosperidad material y la belleza sensual femenina, Freya personificaba los ideales eróticos del paganismo nórdico. Pero también manifestaba facetas guerreras y hechiceras.
Se la representaba portando espadas enjoyadas, armaduras áureas y escudos protectores, indicando su vinculación con la muerte heroica. Sus símbolos típicos eran el halcón y el ave fénix, emblemas de la lujuria y resurrección respectivamente.
Esta mezcla de voluptuosidad y poderío marcial refleja precisamente los múltiples e intensos roles atribuidos en la mentalidad vikinga a las mujeres, esperadas a desempeñarse tanto en el lecho como en el campo de batalla.
Mitos y leyendas principales
Como protagonista de incontables mitos y leyendas escandinavas paganas, Freya despliega toda la gama de sus atributos divinos en hazañas tanto sublimes como temibles.
Uno de los relatos más conocidos es la Sagas de Odín, donde la deslumbrante diosa le enseña al Padre de Todos sus secretos mágicos, ayudándolo a convertirse en el más poderoso hechicero. A cambio, obtiene la mitad de todos los guerreros muertos en combate para engrosar su séquito.
Otra leyenda memorable es la canción de Þrymskviða, que narra cómo los gigantes robaron el martillo de Thor y exigieron como rescate precisamente a la hermosa Freya, ante lo cual los propios dioses del Asgard reconocieron que no había ningún tesoro en los Nueve Mundos que igualara su valor.
Interpretaciones y trasfondo simbólico
Más allá de relatos específicos, la figura de Freya condensa múltiples conceptos fundamentales de la mentalidad precristiana nórdica. Encarpa ideales de extrema belleza y sensualidad como bienes anhelados sobre todas las cosas.
También ejemplifica la íntima conexión entre los paganos nórdicos con los ciclos cósmicos de muerte y renovación perpetua, representados por su ave fénix y su dominio sobre la mitad de los caídos en batallas.
Incluso después del ocaso de los cultos paganos, la inquietante diosa del amor y la muerte continuó viviendo en el folclore y la cultura popular escandinava durante siglos, ahora interpretada como hada, hechicera o hermosa personificación del resurgir cíclico de la Naturaleza misma cada primavera.
Importancia histórica y resurgimiento actual
Más allá de su protagonismo religioso entre los antiguos vikingos, el imborrable recuerdo de Freya pervivió latente tras la cristianización de Escandinavia, resurgiendo prepotentemente en pleno Romanticismo del siglo XIX gracias al redescubrimiento entusiasta de las viejas sagas paganas.
En el contexto contemporáneo, la hipnótica Freya experimenta una continua revalorización ocupando un lugar destacado en la mitología pop, el neopaganismo nórdico y el revival del orgullo ancestral nordicista, con incontables obras de ficción y arte inspiradas en su poderosa presencia arquetípica.
Y es que después de un milenio en el olvido, el espíritu de la voluptuosa y letal señora de las pasiones, los secretos mágicos y el éxtasis bélico parece destinado a seguir hechizando por toda la eternidad el alma de todo aquel que aún se atreve a soñar con los antiguos dioses hiperbóreos…
Esta diosa forma parte de las diosas nórdicas